El miedo a no ser suficientemente bueno

Hoy viví algo emocionante. Un pajarito se cayó de su nido en mi jardín. Mi perro Yoshi intentó cazarlo pero el pequeño logró esconderse entre una maceta y la pared el suficiente tiempo hasta que pudimos agarrarlo y regresarlo a su nido. Me parece curioso cómo una criatura recién nacida y tan pequeña tiene medios para protegerse de un depredador proporcionalmente tan grande.
Me hizo pensar en los seres humanos. Nosotros no nacemos con ninguna capacidad de alejarnos de una presa. No podemos acercarnos a la fuente de nuestro alimento, nos es imposible caminar o protegernos de peligro. No tenemos cómo refugiarnos del frío o el calor. En resumen, nos morimos si nos quedamos solos. No duramos ni un día y menos en frente de una presa.
¿Que hizo la increíble evolución para lograr que las pequeñas crías humanas sobrevivieran? Instaló un fuerte sentido de protección, amor y atención en los padres.
La única ventaja que tienen los bebés humanos en comparación al resto de los seres humanos, es el amor.
Este amor y atención es al principio incondicional:
Si el bebé vomita, necesita ayuda.
Si el bebé echa su leche en nuestra blusa preferida, no hay problema.
Si el bebé orina en la cama, hay que cuidarlo.
El bebé no debe de ser de ninguna manera para que lo amemos y le pongamos atención. Es adorable y aplaudido sin ninguna razón y a pesar de todo.
Cuando el escenario cambia
La evolución provee a los padres con la hormona llamada oxitocina (la hormona de la conexión), que fomenta el vínculo. Sin embargo, al poco tiempo y junto con la baja de la oxitocina, los pequeños dejan de ser adorables en todo momento. Los niños se dan cuenta que deben actuar de cierta manera para “recibir” ese amor. Entran en el proceso de educación, reglas, castigos, recompensas.
Si el nene se hace en sus pantalones, ¡No está bien!.
Si la niña pinta las paredes con sus crayones, se portó “mal”.
Si el pequeño no quiere comer, se le presiona.
Los niños aprenden que para conseguir el amor y la atención de sus padres (sobreviviencia) deben de actuar o dejar de actuar de cierta manera. Están condicionados. Sin embargo ésta es una transición humana necesaria para ser seres sociales. No es fallo de parte de los padres, es el proceso de educación y la programación que llevamos.
De mayores, formamos creencias, valores y proyecciones acerca de cómo deberíamos de ser y cómo nos deberían de tratar los otros para poder ser “amados”. La necesidad de ser amados y recibir atención sigue grabado en nuestra mente y aún sigue siendo interpretada inconscientemente como sobreviviencia.
Amor y atención = sobreviviencia
Aunque de adultos ya no necesitemos de nadie para sobrevivir, nuestro cerebro se ha configurado de tal manera que sigue buscando conexiones humanas, y mantiene el aprendizaje que obtuvo de pequeño. Nuestro amor propio está condicionado. “Nos dejamos de amar” cuando sentimos que no logramos el amor de otros. Nos metemos en espirales negativas de inseguridad, conductas erráticas, críticas y más inseguridad.
Parte práctica:
Éste ejercicio lo aprendí del Coach Tony Robbins. En mi opinión, es una ruta muy rápida y directa para encontrar parte del origen de nuestras inseguridades y temores frente a las relaciones.
Pregunta # 1:
¿Cuál amor y/o atención ansiabas más de niño? ¿El de tu madre o padre? (U otro cuidador)
No a quien amabas, (seguramente a ambos). Piensa en el amor que ansiabas más.
¿Ya tienes la respuesta?
Pregunta # 2:
¿Quién tuviste que ser para obtener esa atención o amor, de parte de madre o padre?
¿Debías ser inteligente, trabajador, “chispudo”?
¿Debías ser educado, obediente y callado?
¿Debías ser divertido, gracioso y ocurrente?
Existen muchas posibles respuestas. Busca lo primero que se te venga a la mente.
¿Qué tenías que ser para llamar esa atención o evitar ese castigo?
Lo que yo debía ser para mi papá o mamá era:
Aquí es donde viene la trampa:
Cada vez que actuamos de forma contraria a lo que nos dijimos que debíamos ser de pequeños, nos sentimos que: “no somos lo suficiente” o “no servimos” o “no somos útiles”.
Veamos un par de ejemplos:
Raúl ha llamado la atención y cariño de su madre cada vez que sacaba buenas notas, era premiado y celebrado. En la universidad, aunque sus padres ya no lo presionaban, él sentía una tremenda tensión por sus notas, lo cual le hizo que desarrollara gastritis.
Un día perdió una clase, sus compañeros le decían “sólo es el primer año, la vas a recuperar” pero Raúl se sentía demasiado defraudado y crítico hacia él mismo. Para Raul, sacar buenas notas era inconscientemente mantener el amor y atención de sus padres. Recordemos que perder el amor y la atención surge en el cerebro como una alarma, peligro de sobreviviencia.
La trampa de Raúl puede ser que si no obtiene éxito se siente de menos. Su desequilibrio es la tremenda presión que se pone él mismo en los estudios.
Ana, descifró que para agradar a su padre debía ser bien portada, actuar cómo se le decía y no preguntar ¿por qué?. De mayor, le costaba decir “no” y tenía miedo al defender sus derechos.
Le atría un chico muy confiado en si mismo, algo “mandón”. El chico la controlaba y la celaba, a ella no le gustaba esa actitud pero en vez de ira sólo sentía tristeza y miedo. Cuando lograba manifestar enojo y frustración su novio se enojaba más y ella terminaba sintiéndose muy culpable. Un día el novio la dejó y ella “sentía que se moría”.
La trampa de Ana puede ser que si no es callada, obediente y complaciente no es amada. Su desequilibro es la gran necesidad de complacer aún cuando no le conviene.
Obviamente hay muchos más factores que podrían influir en el comportamiento de nuestros personajes, pero lo hago de esta forma para simplificar.
De nuevo,
¿Quién tienes que ser tú para obtener ese cariño y atención?
¿Hasta cuando serás esa persona?
Afortunadamente no sólo contamos con la parte del cerebro emocional que se alarma ante una falta de “amor”, si no que estamos equipados con otra región con la cual podemos ponerle palabras a las emociones, regular los sentimientos y ejercitar el auto control. Tenemos creatividad y sabemos cómo buscar estrategias. Tenemos voluntad para cambiar, adaptarnos y crecer. Podemos unir la fuerza magnífica de las emociones con la sabiduría e inteligencia. Podemos re-interpretar nuestra historia.
Nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron con sus recursos emocionales y sin excepción nos dieron una enorme bendición. Nos enseñaron a vivir dentro de una sociedad y nos aportaron una fuerza única, por ejemplo, el deseo de ser mejores, superarnos, compartir, proteger o ayudar.
El aprendizaje del resto de nuestra vida tiene que ver con aprender a amarnos como somos. A equilibrarnos. A conectarnos con nosotros mismos. A saber que somos lo suficientemente buenos y al mismo tiempo mejorarnos, porque no nos sentiríamos realizados de otra manera.
Antonio Bolinches dice: “Aunque los problemas vengan de la infancia, las soluciones sólo las podemos encontrar siendo adulto”.
Comparte tus respuestas, el mejor aprendizaje se da en la interacción 🙂