¿Por qué son tan difíciles las decisiones? (Dr. Irvin Yalom)

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Escrito por natalia gurdian

¿POR QUÉ SON DIFÍCILES LAS DECISIONES? del Dr. Irvin Yalom 

Este post es un extracto del genial psiquiatra Irvin Yalom en su libro “Psicoterapia Existencial” o “Existencial Psychotherapy” . Las imágenes y la traducción al español, vienen de mi parte.

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¿Qué ocurre entre la resolución y la decisión comprometida de actuar? ¿Por qué a tantos pacientes les resulta tan extraordinariamente difícil decidir? De hecho, cuando pienso en mis pacientes actuales, casi todos están luchando con alguna decisión.

Algunos pacientes están preocupados por una decisión vital concreta: qué hacer con una relación importante, si seguir casados o separarse, si volver a estudiar, si intentar tener un hijo.

Otros pacientes dicen que saben lo que tienen que hacer -por ejemplo, dejar de beber o fumar, perder peso, intentar conocer gente o establecer una relación íntima- pero no pueden decidirse -es decir, comprometerse- a hacerlo.

Otros dicen que saben lo que está mal -por ejemplo, que son demasiado arrogantes, demasiado adictos al trabajo o demasiado fríos- pero no saben cómo decidirse a cambiar y, en consecuencia, no se comprometen a trabajar en terapia.

Hay algo muy doloroso en estas decisiones no tomadas. Cuando reviso los casos de mis pacientes e intento analizar el significado (y la amenaza) de sus decisiones, me sorprende en primer lugar la diversidad de respuestas.Las decisiones son difíciles por muchas razones: algunas obvias, otras inconscientes y otras, como veremos, que llegan hasta las raíces más profundas del ser.

Las alternativas excluyen

El protagonista de la novela Grendel, de John Gardner, relata sobre un peregrinaje para conocer a un viejo sacerdote y aprender sobre los misterios de la vida. El sabio le dijo: “El mal supremo es el tiempo, es un perpetuo perecer y el ser implica eliminación” Resumió sus meditaciones sobre la vida en dos proposiciones simples pero terribles, cuatro palabras devastadoras: “Las cosas se desvanecen: las alternativas excluyen” (…)

Por cada sí debe haber un no. Decidir una cosa siempre significa renunciar a otra. Como comentó un terapeuta a un paciente indeciso: “Las decisiones son muy caras, te cuestan todo lo demás”.
La renuncia acompaña invariablemente a cada decisión. Hay que renunciar a opciones, a menudo opciones que nunca volverán a presentarse. Las decisiones son dolorosas porque significan la limitación de las posibilidades; y cuanto más se limitan las posibilidades de uno, más cerca se está de la muerte. De hecho, Heidegger definió la muerte como “la imposibilidad de más posibilidades”

Guy Billout, una persona indecisa
Artista: Guy Billout

La realidad de la limitación es una amenaza para uno de nuestros principales modos de lidiar con la ansiedad existencial: el engaño de lo especial: que, aunque otros puedan estar sujetos a limitaciones, uno está exento, es especial y está más allá de la ley natural”.

Uno podría evadir la consciencia de la renunciación al evitar la consciencia de las decisiones.
Uno podría estar sentado en la encrucijada, sin tomar ninguno de los dos caminos porque no pueden tomar ambos. Esta es una imagen maravillosamente acertada de quien es incapaz de renunciar a la posibilidad.

Las antiguas metáforas filosóficas describen el mismo dilema: el ejemplo de Aristóteles del perro hambriento incapaz de elegir entre dos porciones de comida igualmente atractivas, o el célebre problema del asno de Buridán, una pobre bestia hambrienta entre dos haces de heno de olor igualmente dulce.En cada caso, la criatura habría muerto si se hubiera negado a renunciar a las opciones; la salvación de cada uno residía en confiar en el deseo y tomar lo que estaba a su alcance. La metáfora tiene relevancia clínica para aquellos pacientes que sufren parálisis de la voluntad no sólo porque no pueden decir sí, sino porque no pueden decir no. En un nivel inconsciente, se niegan a aceptar las implicaciones existenciales de la renuncia.

Las decisiones como experiencia límite

Ser plenamente consciente de la propia situación existencial significa ser consciente de la autocreación. Ser consciente de que uno se constituye a sí mismo, de que no hay referentes externos absolutos, de que uno asigna un significado arbitrario al mundo, significa tomar conciencia de la carencia fundamental de un piso firme.

La decisión nos sumerge, si lo permitimos, en esa conciencia. La decisión, especialmente una decisión irreversible, es una situación límite del mismo modo que la conciencia de “mi muerte” es una situación límite. Ambas actúan como catalizador para pasar de la actitud cotidiana a la actitud “ontológica”, es decir, a un modo de ser en el que se es consciente del ser.

Aunque, como aprendemos de Heidegger, tal catalizador y tal cambio son en última instancia para bien, y requisitos previos para la existencia auténtica, también provocan ansiedad. Si uno no está preparado, desarrolla modos de reprimir la decisión del mismo modo que reprime la muerte.

Una decisión importante no sólo nos expone a la angustia de la falta de un “piso firme” (groundlessness), sino que también amenaza nuestras defensas contra la angustia de muerte.

Al enfrentarse a la limitación de las posibilidades, la decisión desafía el mito de la singularidad personal. Y la decisión, en la medida en que obliga a aceptar la responsabilidad personal y el aislamiento existencial, amenaza la creencia de un “salvador” final.

Una decisión fundamental también nos enfrenta a cada uno de nosotros a un aislamiento existencial. Una decisión es un acto solitario y es nuestro propio acto; nadie puede decidir por nosotros. Por eso, muchas personas se sienten muy angustiadas por la decisión y, como explicaré en breve, intentan evitarla coaccionando o persuadiendo a otros para que tomen la decisión por ellos.

Decisión y culpa

A algunos individuos les resulta difícil tomar decisiones debido a la culpa que, como subrayó Otto Rank, es totalmente capaz de paralizar el proceso de la voluntad. La voluntad nace en el caldo de cultivo de la culpa; surge, decía Rank, primero como contrapartida a la voluntad. El mundo adulto se opone a los impulsos del niño y la voluntad del niño surge primero para oponerse a esa oposición. Si el niño tiene la desgracia de tener unos padres que intentan aplastar toda expresión impulsiva, entonces la voluntad del niño se carga mucho de culpa y experimenta todas las decisiones como malas y prohibidas. Un individuo así no puede decidir porque siente que no tiene derecho a hacerlo.

Los personajes masoquistas que están encerrados en una relación simbiótica con un progenitor tienen especiales problemas con la culpa y la decisión. Esther Menaker sugiere que cada uno de estos pacientes tiene un progenitor que, en efecto, le dijo: “No te atreves a ser tú mismo, no tienes la capacidad de ser tú mismo; necesitas mi presencia para existir”. Durante el desarrollo, estos individuos experimentan cualquier expresión libre de elección como algo prohibido, ya que representa una violación del mandato paterno. En la edad adulta, las decisiones importantes provocan una disforia derivada tanto del miedo a la separación como de la culpa por transgredir al otro dominante.

La culpa existencial va mas allá de la culpa tradicional por la que el individuo lamenta una transgresión real o fantaseada contra el otro. En el capítulo 6 definí la “culpa existencial” como la que surge de las transgresiones contra uno mismo; emana del arrepentimiento, de la conciencia de la vida no vivida, de las posibilidades no aprovechadas dentro de uno mismo.

La culpa existencial también puede ser un poderoso factor de bloqueo de decisiones, en el sentido de que una decisión importante de cambiar hace que el individuo reflexione sobre el despilfarro, sobre cómo ha sacrificado tanto de su única vida. La responsabilidad es un arma de doble filo: si uno acepta la responsabilidad de su situación vital y toma la decisión de cambiar, la implicación es que uno mismo es el único responsable del naufragio de su pasado y del que podría haber cambiado hace mucho tiempo.

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Resumen y puntos importantes

Aqui termina el texto del Dr. Irvin Yalom, en resumen, desde el punto de vista existencial nos cuesta tomar decisiones porque:

  • Nos obliga a renunciar a las demás posibilidades, esto nos hace sentirnos limitados y la limitación se acerca a la idea de la muerte.
  • Nos hace sentir sólos (nadie puede decidir por nosotros)
  • Nos hace sentir “sin piso firme” porque no sólo hay una respuesta correcta, hemos de ser creadores de nuestra existencia.
  • Nos puede generar culpa, especialmente si tuvimos padres que no nos daban libertad.  También nos genera culpa cuando nos hemos tomado “mucho tiempo” en decidir. Tomar una acción “tardía” es hacer el duelo del tiempo en que no tomamos acción (y lo que nos pudimos haber ahorrado).

Las formas en las que evadimos tomar decisiones:

  • Pensamos que somos especiales, que no tenemos que decidir pronto, ya que tenemos “todo el tiempo del mundo”.
  • Hacemos que otras personas tomen la decisión por nosotros.
  • Nos ahogamos viendo posibilidades, nos paralizamos.
  • Pedimos consejos, referencias, recomendaciones, pero no queremos tener la responsabilidad de tomar la acción. Tampoco queremos renunciar a las posibilidades.

Lo que nos ayuda a tomar decisiones

  • Enfrentarnos con nuestra muerte (que es la limitación última), dejar de evadir.  Usar la consciencia de la muerte para actuar y poner nuestras prioridades en orden.
  • Sentir nuestras emociones de miedo y duelo, puede ser acompañados. Validar que nuestro miedo es muy humano.
  • Darnos compasión hacia nosotros mismos, no es fácil.
  • Trabajar en la culpa que provoca tomar decisiones, empezar por pequeñas e incrementar la dificultad.
  • Recordarnos las veces en el pasado que hemos decidido, las posibilidades que hemos tenido que renunciar con pequeñas y grandes decisiones. Darnos cuenta que lo pudimos manejar.
  • Leer libros, ver videos al respecto, pero sobre todo tomar pequeñas acciones.
  • “Tirarnos al agua”, decidir ya, celebrar nuestras decisiones.