Cómo aprender a pelear

La vida casi nunca nos prepara para “pelear bien”.  Aprendemos idioma, matemáticas y ciencias. Aprendemos orden, puntualidad y respeto. Pero pelear… ¿cómo aprender a pelear? ¿Acaso existe una forma de hacerlo bien o toda pelea ha de ser evitada?

Varios expertos en relaciones afirman que una relación sana no se mide por la frecuencia de las peleas si no por cómo se pelea y qué tan rápido se logra reparar y volver a conectar. 

Los dos polos

Normalmente todos los seres humanos estamos inclinados en un polo u otro: huimos de los conflictos y nos callamos o explotamos y actuamos impulsivamente.

Huimos de los conflictos y nos callamos: nos guardamos lo que nos molesta debido a que nos da miedo pelear, no nos gustan los conflictos y nos generan culpabilidad o estrés pero dejamos pasar momentos valiosos para expresar nuestros puntos de vista,  reprimimos dolores y ofensas que sólo nos resienten y alejan.

Explotamos y actuamos impulsivamente:  discutimos con mucha frecuencia y de más, terminamos diciendo palabras que realmente no sentimos,  en el calor del momento. Actuamos impulsivamente.

Todos oscilamos un poquito mas a un lado o al otro. Nuestro reto es encontrar un equilibrio.

Y sigue siendo vigente la frase:

No juzgues al otro porque “peca” de manera diferente.

Lo que para uno es fácil al otro le cuesta y viceversa.

Por qué peleamos mal

1. Porque empezamos una discusión con crítica o asumimos la intención del otro:

Criticamos:

TÚ ERES UN/A:  <controlador/a, egoísta, idiota, mal-agradecido/a, dramático/a….>

Asumimos:

TÚ: <Te olvidaste de mi; no te importo nada; no me tienes como prioridad; me quieres ver sufrir; te estás vengando; no me quieres; te avergüenzas de mi, no me respetas> 

El investigador de parejas, John Gottman dice que los primeros tres minutos con los que empezamos una conversación suelen predecir el resto. Si comenzamos con una crítica o con asumir algo, la otra persona muy probablemente se pondrá a la defensiva, reaccionará y no escuchará el resto del mensaje.

Es como aquellos concursos de talentos en que si los cantantes empiezan desafinados, los jueces apretarán las temidas “X” y los artistas ya no podrán seguir cantando.

Una referencia latinoamericana: Don Francisco y el Chacal. Todos recordamos cómo el encapuchado sonaba su trompeta segundos después de una interpretación que él juzgaba mala. ¡Me daba un poco de rabia cuando lo hacía y qué gran satisfacción cuando dejaba cantar a la gente!

Es por esto que hemos de escoger especialmente las palabras que decimos al principio, para que todo el mensaje pueda ser escuchado y no nos interrumpa “el chacal interno de nuestra pareja”.

Que no nos pase esto:

2. Porque simplemente no escuchamos, sólo elaboramos una respuesta en nuestra mente.

A cuantos nos ha pasado que, en medio de una discusión, dejamos entrar sonido a nuestros oídos con el único propósito de encontrar una falla, una respuesta inteligente, una contradicción, para que, en el momento que nuestra pareja deje de hablar, saquemos nuestra carta más alta.

Estamos a la defensiva. No estamos intentando entender al otro, ni validarlo.

Por supuesto, si los dos estamos así,  no habrá comprensión alguna. Las peleas escalarán y nos dejarán incomprendidos, frustrados, enojados.

Aunque la pelea termine por desgaste y volvamos a la normalidad, no habrá ganancia porque la discusión consistió en un enfrentamiento de argumentos, un juego de cartas.

Cuando ambas personas sólo buscan ganar una discusión, la gran perdedora siempre es la relación

3. Porque no toleramos sentirnos culpables,  somos muy auto críticos o perfeccionistas.

Este punto no es tan obvio como los demás pero es muy real.

A veces lo único que necesitamos para “pelear bien” desde nuestro lado,  es aceptar nuestra responsabilidad, entender cómo nuestro comportamiento afectó al otro, disculparnos sinceramente y corregirlo. Sin embargo, si la sensación de fallo, culpa o imperfección es demasiado dolorosa o intolerable para nuestro ser, no podremos aceptarla y rechazaremos toda sensación de culpabilidad, responsabilidad o falla.

Por ejemplo:

Pedro ha pasado gran parte de su vida siendo perfeccionista, haciendo todo bien, evitando las críticas y los fallos. Si su pareja le dice: “hey, me sentí herida, este comportamiento me duele y me molesta”, Pedro tratará de evitar esa dolorosa culpa o fallo y casi inconscientemente responderá atacando de vuelta: “¿acaso no tengo razón en esto…?”,  “¡tú estas siendo demasiado sensible!”, “si tú no te hubieras comportado así, entonces yo no hubiera reaccionado de esta forma”.

Es como si tuviéramos un escudo en contra de sentirnos culpables, imperfectos, “malos/as” para que la auto crítica, el desprecio o la inseguridad no vengan a inundarnos. De hecho es una auto-protección.

Es como el personaje de la película El diablo viste de Prada, Miranda Priestly.

 

Un personaje perfeccionista, intolerante, demandante por fuera y por dentro seguramente muy auto crítico y duro consigo misma.

 

¿Qué crees que ella respondería a su esposo, si se estuviera quejando de su comportamiento?

Probablemente, se defendería y lo atacaría de regreso porque no soportaría sentirse mal, ser imperfecta, ser culpable.

Por supuesto Priestly es un personaje extremo, pero todos podemos tener un poquito de esto.

El gran antídoto contra esta “alergia” a sentirnos culpables es trabajar en nuestro amor propio, saber que no somos perfectos y que está bien, aceptarnos y ser compasivos con nosotros mismos.

Sólo si nos podemos aceptar con amor y perdonar a pesar de nuestras fallas, podremos pedir disculpas a los demás y aceptar responsabilidades.

4. Porque callamos, guardamos y negamos lo que sentimos.

Por evitar un conflicto, no hablamos sobre lo que nos molesta. Sin embargo nuestra pareja se da cuenta por nuestra seriedad, forma de hablar, distanciamiento o falta de cariño.  Esto hace que él o ella nos pregunte repetidamente ¿que te pasa?, con lo cual decimos “nada” y así comienza la discusión que tanto quisimos evitar.

Y es que aunque evitemos pronunciar palabras, nuestro cuerpo es una fuente de comunicación que no podemos apagar. Y cuando nuestra pareja se da cuenta de esto, no puede evitar reaccionar y buscar una razón hasta el cansancio.

Es muy común que después de diez minutos de preguntas insistentes, explotamos de la desesperación y terminamos diciendo las cosas de manera hiriente o brusca, con lo cual las peleas se vuelven mas grandes y las heridas más profundas.

Por eso es importante hablar temprano y hablar bien.

Entonces, ¿como aprender a pelear?

Necesitamos herramientas pero también necesitamos hacer un trabajo más profundo, personal. 

Es como cuando le hacemos servicio a nuestro automóvil, a veces pedimos un servicio superficial (aceite, agua, frenos, llantas) a veces pedimos un overhaul (que nos desmonten y vuelvan a montar).

Las herramientas o técnicas

1. Una de las herramientas más útiles que he visto en mi clínica es lo que John Gottman llama “planteamiento suave”. Es una fórmula para decir cualquier cosa de manera asertiva. Yo la utilizo con una variante.

Por ejemplo: “Yo me siento” …. “Cuando tú haces esto” …. “Porque”….  y “Necesito”…..

Preparé un video corto para explicar este técnica, haz clic aquí para verlo en Youtube. 

 

2. Ejercicio de escucha. Tomarse turnos para hablar, escuchar y reflejar hasta que ambos se sientan entendidos por completo. 

Si ambos saben que van a hablar sobre un tema difícil, podrían prepararse para realmente escuchar.

El ejercicio es así:

La primera persona comienza hablando sobre lo que le molesta o preocupa, tratando de no utilizar la crítica ni el lenguaje ofensivo. Se centrará en él o ella, hablando sobre sus emociones sobre el asunto y las razones por las cuáles se siente así. No intentará convencer a su pareja, sólo se expresará en detalle sobre lo que le está afectando y porqué.

La pareja que escucha, estará atenta a las palabras sin formular una respuesta en la mente. No interrumpirá. Hará preguntas para profundizar utilizando la genuina curiosidad, como por ejemplo ¿porqué esto es importante para ti? pero no para convencer ni persuadir como por ejemplo ¿acaso yo alguna vez hice x? o ¿porqué te enfrascas en x..?. 

La pareja que escucha hará un resumen sobre lo que acaba de escuchar, para asegurarse que haya entendido por completo y preguntará ¿te sientes entendido? si la respuesta es “sí” cambiarán de posiciones y la otra persona será la que habla y él o ella escucha.

Esto funciona de maravilla si ambos acuerdan hacer el ejercicio honestamente.

3. Hacer reparaciones efectivas durante las peleas.

Como seres humanos, nos es fácil salirnos de la línea y decir palabras hirientes en una discusión, también es muy común sentirnos a la defensiva, hacernos la víctima o atacar.  Por eso es tan importante reparar durante las conversaciones en vez de esperar hasta el final o a los días  y decir “lo siento” cuando ya ambos están heridos.

¿Qué quiere decir reparar? 

Quiere decir mantenerse en el camino sano y regresar al camino una y otra vez. Gottman describe el reparo como “cualquier acción o frase que prevenga a la negatividad salirse de control”.

Por ejemplo, en una discusión cuando alguien dice “siempre haces lo mismo, sos un egoísta” quiere decir que ya se salió del camino y comenzó a usar la crítica. Si se da cuenta de ello en el momento, podría reparar diciendo: “lo siento, mi reacción fue muy extrema, no quise decir eso. Es sólo que me siento muy dolido/a”. 

Reparar es como cuando probamos la comida en la cocina antes de terminar el plato: necesita más sal, pimienta o limón y corregimos en el momento en vez de esperar que ya esté lista y servida.

Trabajo mas profundo y personal

Además de utilizar técnicas para comunicarse mejor y detener que los conflictos escalen, también podemos hacer un trabajo mas profundo que nos lleve a pelear mejor y menos.

Para eso hemos de identificar en qué polo nos ubicamos.

Polo 1: Guardamos todo, evitamos hablar, huimos de los conflictos,  nos resentimos y a veces explotamos.

Polo 2: Nos molestan muchas cosas, iniciamos las peleas, somos impulsivos e hirientes, no nos controlamos durante un conflicto.

Polo 1

Hemos de hacer un trabajo interno para entender por qué nos cuesta expresar nuestras emociones o poner límites. Tal vez venimos de una familia en la que habían muchos conflictos y crecimos evitándolos a toda costa. Tal vez sentimos que no merecemos lo que necesitamos y nos posicionamos como víctimas inconscientemente.

Nuestro trabajo ha de centrarse en:

  • Darnos cuenta cómo reacciona nuestro cuerpo en una pelea <tal vez respiramos más rápido o el corazón se acelera>.  Hacer ejercicios de relajación y respiración para permanecer en un conflicto en vez de huir.
  • Reflexión sobre el pasado y cómo éste ha influido nuestra forma de lidiar con los conflictos.
  • Amor hacia nosotros mismos, reflexionar sobre lo que necesitamos y nos merecemos.
  • Darnos permiso para pedir lo que necesitamos.
  • Darnos permiso en poner límites.

Polo 2

Hemos de hacer un trabajo interno para entender por qué actuamos impulsivamente, por qué utilizamos la crítica o palabras hirientes de forma frecuente. Tal vez estamos sufriendo por alguna razón que no sabemos cómo resolver y desplazamos la ira en otros. Quizás estamos repitiendo un patrón que aprendimos en la niñez: puede ser que nuestros padres peleaban destructivamente, lo tomamos como modelo y lo hicimos parte de nosotros. O quizás es una acumulación de peleas sin resolver que nos generan emociones tan intensas y simplemente explotamos.

Nuestro trabajo ha de centrarse en:

  • Darnos cuenta cómo reacciona nuestro cuerpo antes de empezar una pelea <por ejemplo cómo el cuello se tensa o se siente un hoyo en el estómago>  y hacer ejercicios de mindfulness y respiración para calmar esas sensaciones. Si podemos calmar las sensaciones y observar qué sentimos en nuestro cuerpo, podremos controlar mejor nuestras emociones resultantes y  elegiremos mejor nuestras palabras en vez de reaccionar.
  • Explorar si hay algo por lo que estamos sufriendo e intentar sanarlo para no proyectarlo hacia los demás.
  • Recordar cómo eran los conflictos entre nuestros padres y cuidadores, y reflexionar sobre qué estamos repitiendo.
  • Pensar sobre cómo nuestras palabras hirientes y actitudes agresivas pueden afectar a nuestra pareja, poniéndonos en sus zapatos. Conectándonos con nuestra empatía y compasión.
  • Sanar heridas acumuladas que nos predisponen a la negatividad y conflicto.

Ambos trabajos pueden hacerse en conjunto con lecturas, terapia psicológica, apoyo de amigos cercanos.

Reflexión

¿Hacia cuál polo te inclinas tú en los conflictos?

¿Cuáles son los errores que cometes mas frecuentemente a la hora de un conflicto?

¿Qué estás haciendo bien?

¿Qué herramientas podrías empezar a usar para mejorar tu forma de pelear?

¿Qué trabajos más profundos podrías hacer?

¿Como cambiaría tu calidad de vida si cambiaras la forma de discutir con todos tus seres queridos?